sábado, 31 de agosto de 2013

En Aalborg y Skagen, Dinamarca

Resumo estas vacaciones mejor con fotografías que con palabras...














Marguerite Duras


Marguerite Duras empezó a ser una referencia para mí después de leer El amante (1984). Ahora que lo pienso, no recuerdo en absoluto cuándo vino a parar a mis manos este libro maravilloso que he leído al menos cinco veces. Estaba en la universidad, eso seguro, estudiando Literatura Española, porque recuerdo que inmediatamente lo compartí con una de mis mejores amigas, Alba Santiago. A las dos nos entusiasmó. 

Duras es uno de mis modelos literarios, y mientras escribo esto y reflexiono acerca de ello, me doy cuenta de que casi con un 100% de probabilidades de acierto, su literatura me cambió. En primer lugar, influyó en mis gustos literarios posteriores. Desde El amante, mi pasión son las novelas breves, concisas y muy intensas en las que a veces el lenguaje, las metáforas, las analogías, las imágenes pueden llegar a ser desconcertantes, absurdas, incomprensibles... pero palpables, palpitantes, aferrables.

Y en segundo lugar, y esta es mi revelación de los últimos diez minutos, Duras (y los autores que vinieron después, a raíz de ella, pero de manera totalmente inconsciente por mi parte) cambió mi poesía. Lo veo cuando dolorosamente reviso poemas de hace diez años en busca de versos que se puedan salvar. Versos, ya no estrofas, poemas enteros (no se puede ser tan ilusa ^^). Sobran palabras en ellos, faltan latidos. No hay nada o casi nada que salvar.

Es curioso, porque siempre he pensado que mi inspiración, mi modelo, mi lenguaje los encontraría en la poesía misma. Y es más curioso aún que este descubrimiento, el hecho de que la novela como género ha aportado tanto a mi poesía, me haga feliz.

Pero este texto tenía, cuando empecé a escribirlo, el objetivo de recordarme a mí misma que una vez, también en tiempos universitarios (hace no tanto, no soy tan vieja :D), quise seguir el ejemplo de Duras y escribir un guión de cine. Era un experimento y empezó también con Alba. El modelo fue Hiroshima, mon amour (1960), una obra que mezcla las vivencias de una mujer en dos momentos de su vida tremendamente impactantes:
Francia durante la ocupación nazi y Japón rindiendo homenaje a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Una mujer, dos momentos históricos, dos hombres muy distintos y una única forma de amar, la única posible después del dolor. También lo he leído más de una vez, y es algo que volverá a ocurrir...

Gracias, Marguerite, por la huella que has dejado en mí y p
or los buenos momentos entre las páginas de tus obras, las leídas y las muchas que me quedan por leer...