lunes, 6 de noviembre de 2017

Vida, simplemente

Es curioso pensar en que estoy empezando la pequeña aventura académica de volver a estudiar a mi edad. Lo sé, no es nada raro hoy en día, en este país. Pero ha surgido la ocasión más propicia. En febrero dejé mi anterior trabajo, que tanto tiempo y fuerzas me suponía, por uno que, aunque no me arrepiento, también me exigía mucho tiempo y casi todas mis fuerzas, por menos dinero. Salgo perdiendo, pensaréis. Pero no me siento explotada ni maltratada ahora. Llevo 6 años trabajando sin parar. Tres trabajos, cada uno diferente al anterior. Me he adaptado, he puesto patas arriba mi vida por amor, por no poder evitarlo, y por trabajo, y creo que volvería a hacerlo. Esto me ha llevado a valorar lo que ahora soy, lo que siempre he querido hacer, ser traductora, y arriesgarme. Porque si he conseguido siempre ser feliz y salir adelante a través de todo, es que estoy haciéndolo bastante bien.

Y me siento arropada por la ciudad en la que vivo, incluso con toda su niebla y su lluvia, orbayu del alma. Me siento arropada
por las personas con las que voy a cazar esos rayos de sol
que a veces también vienen cuando el tiempo nos da un respiro.
Las personas que también están durante las tormentas
y hacen de dique conmigo cuando la mar golpea  y se ciñe la noche ruidosa 
de olas y gaviotas.
Y salimos a flote, y volvemos a reír, a tener ganas de todo.
La vida no es nada sin esos momentos.
Así de simple.



Días de playa con Ela, mi perra adoptada en 2015