jueves, 28 de octubre de 2010

Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz

   Es cierto que morir de un infarto en la bañera es un hecho, pero conocer los hechos no nos lleva a la verdad, pues la verdad es algo que no se ve y por eso debemos caminar por la vida con los ojos ojos bien abiertos y los sentidos muy despiertos para encontrarla. Cada paso que damos, cada persona que conocemos; el significado de las palabras padre, madre, amigo, maestro; el sentimiento de la felicidad, el miedo, el dolor, el deseo, la pérdida y el reencuentro, lo justo y lo injusto; el blanco, el negro o el gris; caminar por las hojas de una novela o un libro de versos; los recovecos del cuerpo y del alma de un ser parecido o completamente distinto a nosotros, que lleva sobre sus hombros, como todos, su propio pasado, su presente y su futuro. Lo visible y lo invisible. El amor y la oscuridad...
   Y es que el ser humano es increíble pero no es nada si está solo, si no siente, si no vive. A veces hay personas capaces de contarlo, como el señor Oz. No importa que autobiografía implique selección, lo que importa, más que lo que cuenta, es cómo lo cuenta: el sabor de las palabras, su esencia, la reacción que provoca en nuestra alma. Ha habido momentos en que he reído y sonreído, en que le he dado la razón o se la he quitado. Y también momentos en que me he emocionado o entristecido hasta llorar. Será que soy sensible a ese influjo de las palabras o que soy una sentimental. Al final, amo la literatura por esto, porque está viva y nos habla de este modo, apelando a todos los sentidos.
Si volvieran a preguntarme qué es literatura, no dudaría en responder "La literatura es la magia de la palabra."
(Fotografía de una callejuela de Jerusalem)